Un poquito de inspiración para estos días otoñales en los que anochece más temprano y cada vez hace un poquito más de frío! :)
Jorge Bucay.
Dos jóvenes que vivían en
un pueblito de leñadores se pusieron de novios. Él tenía veinte años y era
alto, esbelto y musculoso, dado que había sido leñador desde la infancia.
Ella, de dieciocho años, era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los
ojos celestes, hermosos y maravillosos…
La historia cuenta que
habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que, pasados cinco o
seis años, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se
casaran. Les regalaron
una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como
leñador. Después de
casarse se fueron a vivir allí para alegría de todos, de ellos, de su familia y
del pueblo.
Y vivieron felices allí durante todos
los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño.
Cuando el día del primer
aniversario se acercaba, ella sintió que debía regalar a su esposo
algo que le demostrara su profundo amor. Para eso fue ahorrando durante varias
semanas. Pensó en un hacha nueva, pero tal vez él creería que se la regalaba
para que trabajara más; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras
oportunidades; una comida no era suficiente agasajo... Y así
descartó otros varios regalos, por ser demasiado sencillos. Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y
empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que, en
su opinión, fuera lo suficientemente valioso.
Al pasar por la joyería,
la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera.
Entonces recordó que había un solo objeto material que su esposo adoraba
verdaderamente: se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado
antes de morir. Desde
chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al
lado de su cama. Todas
las noches abría la mesita de luz, sacaba del estuche aquel reloj, lo
lustraba, le daba un poquito de
cuerda, se quedaba escuchándolo, lo volvía a lustrar, lo acariciaba unos
segundos y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Qué
maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a
preguntar cuánto valía: era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo
que ella había podido ahorrar. Hubiera tenido que esperar tres o cuatro aniversarios más para poder comprárselo. Pero
ella no podía esperar tanto.
Salió de la joyería un
poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario. Pensó y
pensó, hasta que, al pasar por la peluquería del pueblo, se encontró con un
cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella
tenía ese largo pelo rubio, que no se
había cortado desde hacía diez años, no tardó en entrar a preguntar. Con el dinero que le ofrecían, junto al que había ahorrado, alcanzaba para
comprar la cadena de oro. No dudó. Le propuso a la peluquera:
-Si dentro de tres días regreso para
venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
-Seguro - fue la respuesta.
-Entonces en tres días estaré
aquí.
Regresó a la joyería, dejó
reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se
abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y
ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el
dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro.
A
diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez
ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo
en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se
lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo
mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la cajita que contenía la cadena de oro
para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había
traído mientras ella se cortaba el pelo. La caja contenía dos enormes peines de plata que él había
comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.
Si ustedes creen que el
amor es sacrificio y renuncia a uno mismo, por favor, no se olviden de esta
historia. El amor no significa renuncia de uno mismo, sino crecimiento y mutuo
enriquecimiento personal. El amor no está en nosotros sólo para
sacrificarse por el otro, sino sobre todo para disfrutar mutuamente de la
existencia del otro.
La inspiración me ha gustado muchísimo, pero la historia me ha tocado muchísimo. Es toda una lección, muy profundo.
ResponderEliminarMil besazos
Fashion Avenue
http://fashionavenueabc.blogspot.de/
La historia es preciosa, me gusta mucho Jorge Bucay es un gran autor, ahora me estoy leyendo "Dejame que te cuente" y cada día me impresiona mas. La inspiración es muy bonita, me gusta todo! ¿Que te parece si nos seguimos? Yo ya te sigo en Google +, te invio a mi blog: http://youaresmoothassilk.blogspot.com.es/
ResponderEliminarBesos guapa
Me encantan las fotos, me inspiran muchísimo y esa historia es... es... no sabría describir lo mucho que me ha gustado
ResponderEliminar¡Un nuevo post te espera en mi blog!
http://entrejoyasydiamantes.blogspot.com.es/
Un besazo y ¡a disfrutar del viernes!
¡Unos look bastante otoñales! Me gustan todos, pero me decanto por la "chupa" de cuero negra de la primera fotografía.
ResponderEliminarMe quedo por aquí.
http://unchicomasenlamoda.blogspot.com.es/
Genial post!!! Muy muy ispirador! Cuanto más veo los mocasines, más me gustan! 1besazo enormeee
ResponderEliminar¡Qué fotazas y qué estilazo!
ResponderEliminar¡Me encantan estas entradas!
Muchos besos http://miescueladetacones.blogspot.com.es/